viernes, 17 de julio de 2009

2 emblemas de Andrea Alciato

cabezaAlgunas de las obras más representativas de lo que se ha denominado "mentalidad barroca” son los libros de emblemas, y entre ellos, sin duda, el más famoso y con mayor influencia para la posteridad es el de Andrea Alciato, publicado por primera vez en 1531.

Antes de transcribir los emblemas que escogí, me gustaría hacer énfasis en el hecho de que, vista la literatura emblemática desde la actualidad, muchas veces se tiene la impresión de que pertenece a un mundo intensamente simbólico cuyas fibras semánticas hace ya tiempo que fueron destruidas por la “racionalidad” ilustrada. Pues bien, lo primero que hay que hacer, creo, para acercarse a estos emblemas es desechar por entero este prejuicio, tan arraigado con respecto al barroco. Incluso habría que dudar seriamente de cualquier caracterización demasiado precisa de eso que se ha llamado “barroco”. En mi caso, leí estos emblemas como si estuviera ante literatura fantástica, o sencillamente ante textos que al estar siempre acompañados de imágenes son capaces de desatar una gran imaginación en el lector.

Espero que puedan interesarle a más de alguno. Pongo primero el original y después mi traducción. Las imágenes que aparecen pertenecen a distintas ediciones del libro de Alciato. Si quieren acceder al libro completo, aparece aquí y aquí. Esta otra página también es buena, tiene algunas explicaciones de los emblemas.

Emblema 133
Ex litterarum studiis immortalitatem acquiri / La inmortalidad se alcanza mediante el estudio de las letras

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Neptuni tubicen (cuius pars ultima cetum,
Aequoreum facies indicat esse Deum)
Serpentis medio Triton comprenditur orbe,
Qui caudam inserto mordicus in ore tenet.
Fama viros animo insignes, praeclaraque gesta
Prosequitur, toto mandat et orbe legi.

Tritón, el trompetero de Neptuno, (cuya parte baja indica que es un monstruo marino; y cuyo rostro, que es un dios acuático) está rodeado en medio del círculo de una serpiente que muerde su propia cola. La fama persigue a los hombres de gran espíritu y sus hechos admirables, y ordena que sean leídos por todo el mundo.

Emblema 167
In eum, qui truculentia suorum perierit / Para aquél que habrá de perecer a causa de la inclemencia de los suyos

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Delphinem invitum me in littora compulit aestus,
Exemplum, infido quanta pericla mari.
Nam si nec propriis Neptunus parcit alumnis.
Quis tutos homines navibus esse putet?

La marea me trajo un delfín a la costa sin que yo lo pidiera, muestra de los grandes peligros del mar traicionero. Pues, si Neptuno no guarda consideración con los de su especie, ¿quién creerá que los hombres están seguros en los barcos?

Un detalle interesante respecto al primer emblema es que en buena medida la traducción depende de la imagen. Al principio sólo encontré la que aparece a la derecha, donde Tritón se muerde su propia cola, y realmente me costó trabajo entender la frase “Serpentis medio Triton comprenditur orbe”, me hacía pensar en "Tritón es ceñido por un círculo central de serpiente”, como refiriéndose al círculo con el que él mismo se envuelve y designando su parte baja como algo parecido a una serpiente, es decir, de un reptil. Pero al ver la otra imagen, la frase queda mucho más clara, especialmente con la explicación que aparece aquí: se trata del ouroboros, el famoso símbolo de la eternidad, la víbora que se devora a sí misma.

Tal vez la imagen de la derecha se deba a un error de interpretación del texto latino en la frase “Qui caudam inserto mordicus in ore tenet”, donde el pronombre relativo “qui” tiene dos antecedentes posibles: serpiente y Tritón. Y no se sabe muy bien quién es el que se muerde su cola. Pero la verdad, después de verlas varias veces, me pareció más sugestiva la del Tritón mordiéndose: es como un símbolo concentrado, que reúne en sí mismo la idea de eternidad y la del trompetero como escritor. La idea del escritor aparece, pues, como la de alguien que, casi como el barón de Munchausen al levantarse a sí mismo tirando de su propia coleta, intenta lograr la inmortalidad a partir de sí mismo y sin la ayuda de nadie más (un intento valeroso y temerario, pero también desesperado y, después de todo, inútil); alguien que canta pero que se ve forzado a buscar su instrumento en su propia cola, como si se pusiera a hurgar dentro de sí, en los lugares más recónditos, para ver qué es lo que puede decir.